sábado, 17 de enero de 2015

Entre flores y sombras, de Marta Enrique

Cafetín Literario
Federico Vega- Susana Rozas.


 Entre flores y sombras

Desperté temprano, con trinos de pipia y calandria. La primavera se instaló en mi patio con hiedras, corales y malvón.
Hundí mi boca en la tersura de una rosa para saciar el secadal con el rocío, como quien busca en el beso de otra boca algún vestigio de amor perdido.
Es tan efímero el amor como esta rosa, que desangra sus pétalos en mis manos, para yacer en las hojas de algún libro que me recuerden qué largo es el olvido.
Yo sigo aquí, anclada entre calandrias con mis rosas y malvones florecidos; y anda el amor convertido en una sombra persiguiendo tu sombra hasta el olvido.


                              Marta Enrique.

martes, 6 de enero de 2015

Las abarcas desiertas, Miguel Hernández

LAS ABARCAS DESIERTAS
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.         


           Miguel Hernández

sábado, 3 de enero de 2015

Libro objeto, los parroquianos.

Cafetín Literario
Libro Objeto realizado por los asistentes al Cafetín Literario de Empleados de Comercio.
Coordinación: Susana Rozas y Federico Vega.
Idea y producción: Marta Dómina.

Función de película, Ana M. Muratorio.

Cafetin Literario
Susana Rozas- Federico Vega


Función de película

Llegó temprano a la puerta del cine, preguntó la hora a un transeúnte que amablemente le respondió.
 Como contaba con tiempo, leyó los afiches de próximos estrenos; prometían ser muy buenas películas.
Cuando vio que la gente comenzaba a abordar la boletería, compró su entrada y se situó en la cola. Entró, se ubicó en un buen lugar y a los pocos minutos, la sala quedó a oscuras dando paso a la pantalla que se iluminó con las primeras escenas.
De golpe, comenzó a sentir calor y un olor nauseabundo con humo denso que lo envolvía, distinguía a personas que se movían nerviosas, gritos y lamentos, alguno era de niños que invocaban la palabra mamá con un dejo de horror. Todo era oscuridad.
A lo lejos sonó una sirena. De pronto la pantalla del cine se tornó de una luz de fuego que la abarcó.
Sofocado, encontró una salida; pero la misma estaba abierta a un hueco interminable totalmente destrozado. Miró hacia arriba y sólo alcanzó a leer un cartel semiquemado que decía: Piso 17.
Cómo escapar de ese infierno? En el silencio del miedo, se escuchaban voces que procedían de lugares más abajo. El calor era infernal, necesitaba líquido, el susto no le permitía respirar.
De pronto, un estruendo retumbó en sus oídos y miles de trozos de vidrio se precipitaron desde las ventanas al hueco sin fin. Una pared cedió al intenso calor y comenzó a resquebrajarse. Eso le permitió golpear con fuerza cada uno de los ladrillos rotos por la la presión, algunos se fueron desmoronando y dejaron entrar aire puro que venía de una terraza.
Lo primero que vio fue el cielo azulado, bellísimo y en él un helicóptero de rescate que se acercaba muy despacio hacia él. Se escuchó a sí mismo diciendo>: Hay más personas allí adentro, ayúdenlas.
Cuando despertó, la pantalla indicaba el fin, las  luces se encendieron y el programa del cine que tenía en sus manos, indicaba en enormes letras:
 Infierno en la torre



 Ana María Muratorio


                           

jueves, 25 de diciembre de 2014

Poema de Navidad

Poema de Navidad
Para eso fuimos hechos
Para recordar y ser recordados
Para llorar y hacer llorar
Para enterrar a nuestros muertos
Por eso tenemos brazos largos para los adioses
Manos para tomar lo que fue dado
Dedos para cavar la tierra.
Así será nuestra vida:
Una tarde siempre por olvidar
Una estrella apagándose en la sombra
Un camino entre dos sepulcros –
Por eso necesitamos velar
Hablar bajo, pisar suave, ver
A la noche dormir en silencio.
 No hay mucho que decir:
Una canción sobre una cuna
Un verso, tal vez, de amor
Una oración por quien se va
Pero que esa hora no olvide
Y por ella nuestros corazones
Se dejen, graves y simples.

Pues para eso fuimos hechos
Para confiar en el milagro
Para participar de la poesía
Para ver el rostro de la muerte –
De repente nunca más esperaremos
de la muerte, apenas
Nacemos, inmensamente.

                                         Vinicius de Moraes.

sábado, 20 de diciembre de 2014

Apenas un instante, Elsa Palma

Cafetín Literario
Asociación Empleados de comercio; Rosario.

Apenas un instante
-Lo que me faltaba_ pensó para sus adentros_ llegar cansado del trabajo y tener que compartir el ascensor
con ella. Era la del octavo, octogenaria, quejosa y habladora. Ni su propio hijo la toleraba, ya hacia tiempo que no se lo veía por el edificio.
 Recordó la dura tarea del día: tratar de explicar a sus  alumnos las diferencias entre las raíces de las plantas.
 Apenas comenzó la clase se dio cuenta de  que el tema no les interesaba en absoluto; pero sucedió algo inesperado, pasados unos minutos,  hicieron silencio y prestaron atención.
¿Qué habré hecho para lograr este milagro? –se preguntó.
Habló de dos tipos de raíces: en primer lugar las que profundizan en busca de agua venciendo cualquier obstáculo que se les interponga y si hay sequía son capaces de llegar hasta  la napa para extraer tan vital elemento.
Otras, en cambio, se distribuyen  como una cabellera, horizontalmente, utilizando el agua cercana a la superficie, dependen de las lluvias  que pueden ser abundantes o escasas ya veces, el anclaje no es suficiente entonces  cualquier viento derriba la planta entera.
Se sorprendió cuando uno de los pibes le dijo:- como en la vida,  no, profe?
No supo qué responder.
En esos pensamientos andaba cuando cesó el parloteo y se dio cuenta de que la vecina había dejado el ascensor.
Llegó al último piso y  entró.
No podía despegarse de las palabras del alumno que aparecían recortadas, mutiladas,”…como en la vida…”
Sintió el peso en los hombros.
 Era su propia vida.
Se recordó pequeño y huérfano. A horas de parir, la madre huyó del hospital con otro hombre, dejando atrás para siempre hijo y marido. El  padre, hombre de pocas palabras lo crió sin cariño y decía una y otra vez: si llegaste a ser alguien me lo debés todo a mí, fui el único que se ocupó de vos.
Ni bien pudo se fue, sin preguntar, sin discutir. Nadie le pidió que volviera.
Tuvo varias parejas y se negó a tener hijos. ¿Acaso el podría dar lo que no había recibido? ¿Sabría abrazar, besar, amar a un niño? Las mujeres no se arraigaban.
Él era como esa planta con raíz superficial,  esclavo  sediento de las pocas gotas de agua que se evaporaban velozmente en la sequía de su alma, hambreado de amor y casi sin arraigo.
La ventana, estaba cerca y no dudó.
Ya en caída libre, no hizo el inventario de su vida, ¿para qué?, los recuerdos lo acosaban permanentemente.
 El trayecto le pareció corto, sintió un golpe, un balanceo y luego…la nada.
Cuando recuperó la conciencia estaba en una cama, seguramente de algún hospital de emergencias, reconstruyó sus actos sin emoción y quedó concentrado en la sensación de balanceo final, le pareció escuchar un parloteo conocido, abrió lentamente los ojos y vio una mano nudosa, manchada por la edad que sostenía con cálida firmeza la suya, anclándolo en la vida, con la otra, le acariciaba la frente mientras lo miraba con dulzura y aflicción.
Sintió ese calor que sienten los niños cuando ya relajados se abandonan al sueño en la seguridad del hogar.
La anciana no lo sabía entonces pero en el mismo instante que abrió ese toldo que lo acunó, había parido un hijo soñado y a él ¡justamente a él! le había nacido la madre que tanto anheló.

                                                                               Elsa Palma

Poema de Alicia T. González

Cafetín Literario
Asociación Empleados de Comercio. Rosario. Federico Vega-Susana Rozas
Poema
Íbamos por el camino
De ensoñación
Que da la primavera

Nos descubrimos sorprendidos,
El mundo pletórico
Se ofrecía.

Tenías al mirar
Transparentada el alma,
Las manos unidas
Vibraban de energía.

Del corazón las palabras
“Para siempre”
Manaron cristalinas
De esperanzas.

Creímos que el mañana
Juntos nos abrazaría
Sin pensar que lo oculto

Agasapado, tendiendo redes
Como viento que enmaraña
Y fuga

El hoy, añoranzas:

Un suspiro en a tarde,
Un lágrima que regó
Aquella carta
Y ese pétalo que guarda
Entre aromas vacíos
Lo que dijo el poeta:[1]

“Es tan corto el Amor
Y
Tan largo el olvido”.

                                                                                Alicia T. González


[1] Neruda, Pablo.